En un camino a las Lomas de Tucapel, siempre se producía un hecho muy terrorífico. Cuando a la medianoche los trabajadores bajaban al pueblo a caballo, se encontraban con una yunta de bueyes negros de largos cachos que comían pasto en el camino, que pronto comenzaban a correr por el callejón.
Los caballos de los hombres se paraban y no querían avanzar. A uno de ellos lo castigaron tanto para que corriera tras los bueyes que cuando llegó a una zarzamora muy tupida cerca del fundo Venecia, desapareció sin dejar huellas.
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